Personas como yo, existimos para crear realidades y nos nutrimos de las posibilidades que somos capaces de crear. Muchos de nosotros trabajamos para despejar el mito de la existencia como tal, mientras que otros tantos lo encubren para aprovechar la distracción intelectual de la población mundial.
En lo personal, pretendo liberar a la humanidad, pero… ¿De qué? Podemos decir que vivimos en sociedades realmente libres, pero ésto es sólo en apariencia. Incluso los sistemas nacionales de seguridad utilizados por muchos gobiernos, son capaces de detectar a un libre pensador con sólo mirar su comportamiento en video, pues este tipo de personas no siguen a las masas.
¿Acaso somos tan predecibles? ¡Lo somos! Pues formamos parte de una masa poblacional que sucumbe ante los encantos del capitalismo desmesurado. Asi como yo existen otros tantos, pero utilizan su poder para crear ilusiones en lugar de despejarlas. A través de estos modernos encantamientos ellos son capaces de definir los comportamientos y normas que conforman nuestra sociedad.
¿Qué es la belleza? ¿Qué es tener dinero? ¿Qué es el éxito? Tal vez el éxito sea comer una vez al día o comprar un jet privado que nos lleve a un lujoso loft en Paris, o ¿Qué tal conseguir pareja estable? ¿Escribir un libro? ¿Obtener un reconocimiento? Todos son conceptos vacuos que pretenden satisfacer la necesidad del actuante a partir de la validación que logre a través de los demás.
El mundo se basa en esto: en querer complacer para poder pertenecer. Cientos de tribus urbanas se distinguen por compartir distintos atributos; manadas, a final de cuentas. Todo esto por la necesidad de pasar tiempo con alguien, un aspecto sobrevalorado que además, nos impide el crecimiento personal a través de la confrontación ante uno mismo, tal cual lo menciona el mito de Quetzalcóatl, y es que bien, hasta las magníficas estrellas se asustan de mirarse en el espejo.
Entonces, ¿Vivimos en una sociedad libre? Cuando el comportamiento y aspiraciones de la misma se normalizan dentro de un esquema estructurado por una campaña publicitaria podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que estamos permitiendo que la actitud de un producto comercial modele – literalmente – nuestros esquemas racionales.
Si a esto agregamos el problema de la religión y las absurdas leyes que muchos gobernantes pueden imponer a la población, tenemos un trinomio que describe perfectamente el comportamiento de las personas: nos hemos vuelto carne de cañón y una masa orgánica incapaz de pensar por sí misma, más allá del cuadro que representan los publicistas y los religiosos.
Cualquier persona que actúe fuera de la norma es inmediatamente marcada y acusada de “diferente”, y hemos hecho de esta palabra un término despectivo que se usa para indicar algún tipo de peligro forastero. Tal persona es diferente, por ende debemos cuidarnos de ella.
Pareciera que están inculcando un pensamiento de colmena (primariamente dirigido por el televisor) que evoluciona, cambia y se adapta conforme a las necesidades comerciales de aquellos que patrocinan este esquema. Con el televisor como estandarte intelectual de nuestra sociedad, estamos prácticamente destinados a ser esclavos del consumismo, entrando a una etapa que bien podríamos llamar neo oscurantismo.
Más allá de los preceptos posmodernistas que nos instan a pensar que somos verdaderamente libres, el neo oscurantismo se distinguiría por el conocimiento compartido. En cuanto una autoridad – llámese empresa, gobierno, religión, etc. – genera un bloque de información, ésta es tomada como verdadera por aquellas entidades que simpatizan con los fines; un ejemplo es el nuevo modelo de tennis de alguna marca reconocida, el cual es deseado de inmediato por aquellos que gustan de la actitud de la marca.
Otro ejemplo nos lo dan las autoridades gubernamentales de Sonora, quienes hicieron creer a la población que necesitan más del agua que los indios Yaquis que habitan el área… A tal grado que las personas realmente llegaron a pensar que esta tribu literalmente no necesitaba agua, despojándose así del sentimiento de culpa que acompañaba a ciertas regiones.
Esta facilidad que tienen las autoridades para gestar información, encapsularla y propagarla a través de medios como la televisión, el radio, Internet y demás, nos lleva a un ciclo en el cual la información ya no es acumulada por la sociedad, y mucho menos, analizada.
En los años sesenta un gran grupo de personas apilaba grandes cantidades de periódico y revistas, pretendiendo hacer un cúmulo de información propio que incluso fuera capaz de definir la personalidad de aquel que lo construyera. Todo esto se ha sustituido por bookmarks que jamás vuelven a ser visitados, por likes que reflejan la empatía que otros sienten por lo que proponemos en redes sociales y demás.
La información ha quedado en manos de otros, y por ende, su capacidad para controlarla. Un gran ejemplo es google, el buscador de internet más utilizado del mundo. Si una persona busca evidencia de vida extraterrestre, la encontrará; si otra busca evidencia en contra de lo mismo, también lo encontrará.
Podríamos atrevernos a decir que todas las posibilidades existen y que todo puede pasar en este cosmos, pero más allá de eso, la existencia de tantos caminos con gente recorriéndolos a ciegas – por falta de análisis y exceso de confianza – nos lleva a chocar con millones de personas que creen estar ejerciendo su libertad.
No es lo mismo caminar por el piso que aprender a volar. Nuestra capacidad intelectual es sumamente elevada, pero las nuevas generaciones la están perdiendo debido al excesivo uso de la tecnolgía, en donde google se encarga de guardar la información para ahorrarnos ese espacio en memoria y no tener que aprender nada, o bien, realizar cálculos, ubicarse en las calles de una ciudad, acercarse con una persona y decir ‘hola’; aspectos humanos que antes dábamos por hecho como nuestro juego de habilidades naturales.
Pero, ¿Por qué aferrarse a utilizar la memoria, los cálculos y demás, en lugar de simplemente hacer uso de la tecnología que nos ofrecen? La respuesta radica en el resultado del análisis de los intereses y motivaciones de aquellos organismos que están encargándose de sustituir nuestras habilidades naturales por productos y servicios – hasta ahora – gratuitos.
Confiar demasiado en la tecnología es uno de los peligros más inminentes de la decadencia humana, y podría fácilmente pensar en un escenario en el cual nuestra vida – ahora ya controlada por la tecnología – está al borde de la extinción por una falla eléctrica, o algún tipo de software que controle aspectos vitales, como una máquina dispensadora de oxígeno que pueda tomar la decisión de matar a la persona para evitarle sufrimiento, o que controle el suministro de agua potable de una ciudad.
Recordemos la escena dantesca ocurrida en la ciudad de Nueva York, en donde millones de personas fueron incapaces de llegar a su casa por una falla en el suministro eléctrico, pues el vivir en el piso 45 de un rascacielos deja la idea de subir por las escaleras totalmente fuera de juego.
Esta etapa de neo oscurantismo es justamente eso… ¿Será el hombre capaz de usar la tecnología con una finalidad realmente social, de mejora para la comunidad? Pareciera un deseo común el diseñar algún artefacto, prenda, canción, etc. que guste a un mercado rentable para poder ascender entonces a una escala social más alta en la que el sufrimiento no existe.
Nuestro miedo al dolor y al sufrimiento nos hace querer trabajar como esclavos aspirando a, algún día, volvernos amos, y entonces poder someter a otras personas mientras se goza de los bienes generados por el trabajo de aquellos que sufren. Tal cual, este es el esquema feudalista que prosigue en nuestro país y muchos otros, en donde reyes y reinas aún son dueños del país y de los súbditos que contiene, incluso obligándolos a tener al menos una credencial de identificación, por si se pierde una oveja del rebaño.
Como ciudadanos del mundo, tendríamos todo el derecho de ser libres de andar por donde querramos, y sin embargo ni siquiera somos capaces de pensar en el concepto de libertad como una aplicación práctica que conlleve a una entidad única y distinguible por todos. Por decir, si preguntamos a dos Mexicanos qué es un bolillo, ambos tendrán una respuesta sumamente similar, pero ¿Libertad? Es muy probable que ni siquiera sepan por donde empezar a contestar.
Como mencioné antes, aparentemente somos libres, sin embargo somos parte de una maquinaria que ha sido diseñada y mejorada a lo largo de cientos de siglos, de la cual es difícil escapar si se desea mantener ciertos aspectos a los que estamos acostumbrados; y que es totalmente aspiracionalista, en donde una persona como yo puede ser capaz de crear un concepto de alguna palabra como amor, o libertad, y hacerte creer un modelo totalmente inaplicable como tal; de ahí, mucha frustración en las personas.
El neo oscurantismo también podría ser caracterizado como una era en la que el funcionamiento de colmena de la sociedad permite la distribución vertical de información – falsa o verdadera – para lograr una adaptación de la misma a nuevas circunstancias que favorezcan a la reina y su séquito inmediato. La falta de criterio de la clase trabajadora debido al exceso de confianza en sus proveedores de información y suministros, hacen literalmente de ellos unos esclavos.
¿Por qué hablo de esclavos? Porque no es lo mismo entregarse al trabajo comunitario para lograr una obra que satisfaga y permita la vida digna y equitativa – meritocrática – entre todos sus habitantes, que entregarse al capricho de unos cuantos cientos de familias que han mantenido el poder de los países del mundo – literalmente – explotando a sus habitantes a cambio de nada.
Basta ver la cantidad de dinero que despilfarra el gobierno Mexicano actualmente, por ejemplo los $50,000 pesos al día para la cámara de diputados “invertidos” en golosinas y refrescos para nuestros representantes, cantidad que perfectamente subsidiaría la operación mensual de 7 escuelas rurales, por decir.
Así que… ¿En realidad somos libres? Un escenario: cuando llega el momento de pagar impuestos y nos despojan de casi la mitad de nuestros ingresos con la finalidad de seguir dándoles golosinas a los gobernantes, ¿Somos libres de decidir si hicieron un buen trabajo y pagarles completo su impuesto, parcial o nada? No nos vayamos más lejos, ¿Somos libres de recibir atención y respuesta eficiente si sufrimos un percance provocado por alguna falla en la infraestructura de la ciudad que habitamos? ¿Somos verdaderamente libres de expresarnos, de reunirnos, de manifestarnos? Solo recordemos la criminalización de la protesta, es como si a ellos no les importara la voz del pueblo para el que trabajan.
Como libertador, yo comenzaría por liberarnos antes que nada de las tradiciones, los prejuicios y la ignorancia, pues las tradiciones nos detienen e impiden crear nuevas formas de subsistir sin pasar hambre por hacer cosas diferentes; los prejuicios porque obstaculizan la socialización, la empatía y por ende la colaboración. Por último la ignorancia, pues mientras más sepamos, más seremos capaces de dominar la realidad que nos rodea como individuos y el sufrimiento será menor; gozaríamos de una sociedad meritocrática en donde cada quien tiene por lo que trabaja y lo que se merece, ni más ni menos.
Por ahora lo único que puede hacerse es luchar contra el neo oscurantismo, resultado de una época posmoderna que nos enseñó mucho sobre la relación que tenemos con lo que nos rodea, peroque dejó de lado raciocinio en pos de una experiencia sensorial. La intelectualidad quedó supercedida por lucecitas de colores, sonidos cuadrafónicos y proyecciones, y al dejar de lado ese aspecto en particular, nos estamos volviendo hacia atrás, en camino a ser cavernícolas que por fin aprendieron a usar el fuego como una herramienta, pero no dejan de ser hombres primitivos.
Estamos en un punto en el que comenzamos a inclinar la balanza hacia la ignorancia y la falta de profundidad en lugar del conocimiento y el dominio de la técnica, lo que nos somete a la tecnología provista por gigantescas empresas en lugar de perfeccionar nuestros paradigmas y entrar a un neo renacimiento, un era en donde el conocimiento, la razón y el intelecto son tan profundos que ahora podemos experimentar vivencias más allá de las sensoriales; el dominio de la mente.
Si hoy todos aquellos trabajadores de la conciencia, músicos, poetas, artistas, escritores, grandes maestros y profesores, nos esforzamos por recuperar nuestra relación con la razón a través de nuestra obra y enseñanzas, podremos superar el mundo de las formas y encontrarnos con el fondo, dándole sentido e intención a cada uno de nuestros actos, logrando – esperanzadamente – entrar a una era donde la luz del conocimiento derrote nuevamente la oscuridad de la ignorancia.
Es también fácil pensar en un escenario en el que todos podemos crear fácilmente con lo que tenemos a la mano, pensando tanto en individuo como en sociedad, compartiendo nuestros recursos y recibiendo de aquellos que nos rodean para agregar diversidad en el conocimiento y la vida en general. Una época en que a nadie le falta qué comer por hacer arte, donde exista un gobierno que apoye a un músico, donde las empresas participen con la población para mejorar la calidad de vida de todos, en lugar de oprimir la de sus grupos de trabajo.
Algún día encontraremos un esquema en el cual podamos – sin desaparecer a nadie – vivir en equilibrio, en donde todos tengamos lo que necesitamos, y mejor aún, lo que merecemos. En donde nuestras ganas de vivir bien puedan ser cubiertas a través del estudio y la experiencia, en donde cualquier persona pueda aprender lo que quiera sin tener que pagar fortunas por ello, y en donde realmente lo que compartamos sea el conocimiento profundo de las cosas, más allá de compartirnos códigos o ideas.
Hago de esto un llamado a un grupo selecto de personas a quienes admiro tanto en obra como individualmente, en quienes confío y cuya influencia sea capaz de generar una nueva escuela, una corriente que haga un balance entre los aspectos racionales, intelectuales, existenciales, emocionales, sensoriales e intencionales, a final de cuentas aspectos ontológicos, pero no está cerrado a nadie a querer profundizar aún más tanto en sus procesos de pensamiento, como su obra e influencia.
El llamado es para rescatar conceptos de la existencia misma para integrarlos en nuestro trabajo, en atrevernos a cuestionar lo que es la realidad, de qué está hecha, cómo funciona, cómo podemos trascenderla e influir en ella para beneficio de las sociedades, de los humanos, del ecosistema que nos alberga, y del conocimiento como ícono y estandarte de esta corriente, en donde también la profundidad de pensamiento y el uso de la razón sean guías para potenciar todos los otros aspectos que conforman cada una de nuestras obras.
El llamado es también para las personas – creadoras o no creadoras, selectas o no selectas – que hayan leído y estén de acuerdo con lo que se plantea en este documento, para que abran su mente, para que amplien sus expectativas y recuperen su capacidad de asombro, para que dejen de lado los paradigmas que los tienen atrapados y sean capaces de disfrutar nuevas experiencias, para vivir su vida con la libertad de existir, con el gusto de ser uno mismo, sin miedo a ser rechazado o temor a ser perseguido; para ser dueños de nuestro propio ser, y manifestar la más grande de nuestras expresiones, y a la vez, dejar que otros lo hagan también.