Neuropolítica electoral

Las neurociencias se han vuelto parte integral de nuestras vidas, y conforme se desarrollan investigaciones al respecto de como funciona el cerebro, los empresarios hacen de las suyas, apropiándose del conocimiento de la mente para lograr más ventas de sus productos y servicios a través de ramas como el neuromarketing.

Desde hace años que comenzó en México la relación entre la publicidad y la política, con el famoso binomio Madrazo – Alazraki, hemos sido testigos de un desarrollo de manejo político sin precedentes, con una fórmula totalmente nuestra que incluso está comenzando a ser copiada en otros países.

Si bien el manejo emocional ha sido causa del éxito de grandes y reconocidos políticos como el mismo John F. Kennedy, también es cierto que las neurociencias permiten ir más allá de la simple estimulación o la alusión a una emoción, sinó que ahora se hace una inducción directa a los componentes que producen las emociones.

Aún así, el ser humano es tan complejo que este tipo de métodos no garantiza un 100% de efectividad, pues aunque el cerebro de todos funciona relativamente igual, el lenguaje de la realidad que se alimenta representa un factor fundamental para el desarrollo del mismo, además obviamente de factores como la nutrición.

Tras el sesgo cognitivo que representa el mal uso de la tecnología moderna de comunicaciones, es muy difícil encontrar personas que hagan uso efectivo de su neocorteza, la parte del cerebro que se encarga de planear, de visualizar, de crear. El resultado es un humano cuyo sistema límbico domina, permitiendo que sean las emociones el motor principal de sus decisiones, y no un proceso de razonamiento como tal.

El factor emocional es el objetivo de la neuropolítica. Aludir a las emociones de manera tal que se alcance a tocar la fibra que cambiará el voto de uno a otro partido. Un ejemplo crucial es Donald Trump y la participación de la empresa Cambridge Analytica como medio para perfilar a los usuarios de facebook y poder hacer campañas dirigidas en contra de Hillary Clinton. Millones de Afroamericanos recibieron publicidad que incluía un video de Clinton hablando mal de su raza.

La percepción pública era que Clinton iba gananado en las encuestas, sin embargo el contundente resultado que se obtuvo pudo haber sido en gran parte gracias a las emociones provocadas por un mensaje claro, contundente e innegable: Clinton no quiere a los Afroamericanos. Curiosamente sabemos que Trump es aún más racista, con padres del Ku Kux Klan, y que Stephen Bannon, el creador de Cambridge Analytica, es en realidad líder de un ala de ultraderecha descendiente de los Nazi.

Es fascinante comprender que la política, al igual que el mercado de valores, es un juego que se lleva a cabo con base a la percepción pública, y no con relación a los verdaderos resultados y potencial de éxito de los candidatos. Todo se trata de crear una apariencia, de pintar un mundo mejor que solo se podrá lograr si el candidato alcanza el puesto, y para eso se requiere el apoyo de la población, con su voto.

Para llegar a un análisis contundente, es necesario comprender que los puestos públicos se negocían entre partidos previo a una votación, y que esta sirve solamente para legitimar dicha decisión; en pocas palabras, el proceso de votación sirve para que la población esté convencida de que la persona que está en el cargo fue electa por un gran número de habitantes. Entendamos también que en la democracia pierde la mayoría.

Por otro lado, no importa quien quede, pues los trabajos en cada municipio, delegación y estado serán exactamente los mismos sin importar el partido, pues el caótica país ofrece muchas oportunidades de mejora que tienen que ser abordadas por el partido victorioso. Si en lugar de Peña Nieto del PRI hubiera quedado el PRD para la presidencia del país, hubiéramos enfrentado exactamente los mismos problemas, pues nuestra economía y demás dependen de una serie de factores mundiales, pues al igual que todo en la vida, el mundo está interconectado. Si en México padecemos algún problema con los aguacates, serán muchos países los que sufran por la carencia de este producto, por ejemplo.

Siendo honestos, es imposible realizar un conteo de votos independiente para certificar que se hayan llevado a cabo las votaciones de manera legítima. De hecho ni el CENAPRED puede calcular correctamente cada voto, pues son tantos los millones de Mexicanos generando data que centralizarla, categorizarla, minarla y demás en tan poco tiempo es practicamente irreal. El mecanismo de las mantas que contabilizan los votos en cada casilla solamente da un norte, pero resulta impráctico reunir todas las mantas y comprobar que en efecto se haya ganado una localidad de manera legítima.

Entonces, ¿qué caso tiene hacer votaciones si se decidió ya el candidato? Pues de manera pragmática no lo tiene, salvo el hecho que se generan cientos de miles de empleos temporales que desaparecen tras cerrarse la campaña. La votación es un sistema ilusorio de participación cuidadana en donde se le da la oportunidad a la población de pronunciarse por uno u otro candidato, sin embargo las elecciones ya fueron realizadas por un grupo reducido de personas al poder.

El gran gasto de campañas políticas se va rapidamente en crear un sistema que haga parecer que en la locación en la que ganará el candidato realmente se quiera elegir al mismo, es decir, crear la percepción de que el candidato viene con fuerza y recibe el apoyo de la localidad. Por eso la importancia de las populistas fotografías con las señoras y los bebés (aunque nunca ironicamente con los jóvenes, a menos que vengan uniformados de una escuela o una asociación deportiva), por eso las notas periodísticas y la importancia de los operadores políticos en cada localidad.

Aquí podría jugar un factor importante el uso del efecto Mandela para el manejo masivo de voluntades: la creación de memorias falsas entre los candidatos y la población para que en un futuro se tenga el recuerdo de haber estado de cerca al político, creando así empatía con él y legitimando a nivel cognitivo una inexistente relación con la figura de poder, una cercanía que además podrá compartir con sus amistades en alguna charla informal.

Pese a haber decidido el voto, cada partido hará lo necesario para generar empatía entre los habitantes que busca, pues se creará una relación de mediano plazo que tendrá que ser de confianza para poder obtener resultados más favorables, y por supuesto poder alterar la percepción de las personas. El manejo de las emociones se vuelve la parte clave de este suceso.

Ver a Meade viajar en un vagón del metrobus que viene vacío, a Anaya dormido con lentes en un humilde petate en lugar de un super cómodo sillón y a López comiendo un humilde plato de sopa en casa de una anciana son imágenes creadas para mover las emociones de su mercado objetivo y crear un vínculo emocional.

Por otro lado, ante la falta real de propuestas, las campañas están creadas para debilitar la imagen del rival, en lugar de exaltar las virtudes del potencial gobierno. El factor más importante no es ganar adeptos, sinó hacer al rival perder los suyos, y de ahí tragedias terribles como la frase “hay que votar por el menos peor”.

¿Acaso no se trata de lanzar al mejor hombre a hacer la misión más importante? Cuando se manda un hombre a conquistar el espacio se busca al hombre más preparado para ello, si se contrata a un director en una empresa se busca a alguien con capacitación, experiencia y vocación, pero ¿porqué no podemos hacer lo mismo en la política? Porque en ella se requieren hombres dispuestos a devorarse los valores humanos con tal de adquirir más poder, pues la política es apasionante y un vicio que destruye mentes virtuosas. En definitiva no hay espacio para el idealismo comunitario en la política moderna.

La búsqueda por un candidato que no nos perjudique más se vuelve la prioridad, ante un estado de sopor en el que se encuentra una sociedad que medianamente goza de una calidad de vida por debajo de la clase media, por un poco por arriba de la pobreza, lo cual se ha desarrollado en un apático conformismo en donde se teme perder lo poco que se tiene ante una posibilidad de ganar más.

La necesidad de mínimo garantizar que no se perderá lo que se tiene se vuelve el motor de una legitimación general dentro de la cognición colectiva. Campañas creadas para deslegitimar a los demás candidatos, una situación económica que rebasa al país y una población totalmente apática y desinteresada por poner un poco de sacrificio y voluntad en trabajar en colectivo para hacer cambios nos dejan más que debilitados, vulnerados como sociedad.

Pero, ¿qué se puede hacer entonces? De entrada dejar de pensar con el estómago. El estómago sirve para digerir comida, no para tomar decisiones. Al dejar nuestras emociones fuera, nos obligamos a comenzar a razonar, a pensar con profundidad; de esta manera dejamos de ser vulnerables, pues tomamos control de nuestra mente y nos dominamos para poder pensar con claridad y tomar mejores decisiones.

El raciocinio nos obliga a usar la corteza fronto polar, la cual nos da rasgos cognitivos más elevados que otros animales, sin embargo, el ver a un grupo de personas golpearse por apoyo a un candidato de un partido al que ni siquiera le interesa la salud de los involucrados es lo mismo que ver a un grupo de perros salvajes peleando por un trozo de carne rancia. Gracias a dejar de pensar nos hemos vuelto más animales que humanos y reaccionamos, simplemente, sin la mínima capacidad de detenerse 100 milisegundos a razonar lo que ocurre alrededor.

Pensar es una tarea que hemos dejado de lado. Un ejemplo claro es la falacia argumental que ofrecen sobre el candidato López alegando que su victoria nos llevaría a ser un país subdesarrollado. Hay tres tipos de reacciones: la aprobatoria, en donde se coincide con el argumento, la opositoria, que alega justo lo contrario, y la indiferente.

Las primeras dos posturas generan reacciones inmediatas cuando se hace alusión al argumento, pues sus promotores y detractores comienzan de inmediato a difundir la información a manera de memes y rumores, mientras que los opositores buscan argumentos para descalificar el argumento, sin embargo, a falta de profundidad de pensamiento para buscar un argumento lógico que desacredite el comentario, se cae nuevamente en el acto de agresión, buscando entonces algo más impactante con que deslegitimar al oponente.

Curiosamente en el modelo de cerebro triúnico se habla de la mente límbica como el paso intermedio entre la cortex fronto polar y el otro extremo, el cerebro de reptil. El sistema límbico está a cargo de nuestras emociones gracias al hipotálamo, el hipocampo y la amígdala, a cargo del manejo emocional, mientras que el cerebro de reptil controla las funciones orgánicas e instinto de supervivencia, a través del cerebelo y el tronco del encéfalo, y es justo donde nacen nuestras primitivas reacciones.

La corteza fronto polar se encarga del habla, del pensamiento avanzado, el uso de la razón y el control de otras regiones. Dominar la neocortex se vuelve indispensable para poder dominarnos, y por ende dominar el mundo (metafóricamente hablando). El proceso de pensamiento es la puerta para alcanzar estados cognitivos superiores, y por ende hay que ejercerlo.

El primer paso para esto es no reaccionar instintivamente, sinó intuitivamente para poder dar paso al uso de la razón y contrarestar cualquier argumento. Ironicamente una persona de pensamiento avanzado podría pulverizar el sentido de todas las campañas políticas usando tan solo la lógica y la razón, dejando atrás un puñado de candidatos vacios, sin propuestas ni potencial real, pues no son los mejores hombres para gobernar.

Dejemos la reacción inmediata para los animales que cazan o son cazados, pues nosotros, como una sociedad evolucionada hasta el punto que podemos desarrollar tecnologías para casi cualquier cosa no podemos darnos el lujo de dividirnos por asuntos partidistas y llegar a golpes y agresiones, en lugar de desarrollar un proceso cognitivo colectivo más elevado que nos una y nos lleve a exigir juntos a candidatos razonablemente más adecuados para los puestos de administración pública.

El sesgo cognitivo provocado por la tecnología les ha permitido tomar control de nuestras mentes, a tal grado que con solo crear una serie de ilusiones, o hiperrealides, son capaces de desarrollar en nosotros una metarealidad en donde sentimos empatía por una persona con la que jamás hemos cruzado palabra alguna. Si ellos manejan nuestras emociones para lograrlo, nosotros debemos manejar un nivel más elevado, el de la razón, precisamente para superarnos a nosotros mismos y no ser presa fácil de campañas de neuropolítica y neuromarketing.

Pensar es el camino a la libertad, y si, es difícil hacerlo, pero con práctica y constancia lograremos elevar el IQ colectivo de nuestra sociedad. Solo es cuestión de que cada quien empiece a pensar por si mismo, y entonces llevaremos una gran parte del camino recorrido.

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