Debatiendo

Es muy complicado dialogar entre personas de distintas creencias o dogmas, lo cual complica lograr una síntesis dialéctica a través de la cual pueda manifestarse el deseo de conocer más, de darle más profundidad a su existencia a traves del conocimiento.

Si bien es cierto que ciertas temas son en particular álgidos, hablar sobre tópicos como la existencia de dios, o debatir sobre política resulta practicamente inútil cuando los contendientes no se encuentran a la altura, ya sea que carecen de una visión más completa o integral del tópico, o su psique no es lo suficientemente apta como para confrontar de manera tranquila y pacífica una contienda.

Justo estos temas son de por si difíciles, y si dejamos vertir la pasión desmesurada de quien ama lo que cree, se verá envuelto en un infierno de inútiles y repetidas contiendas, y aunque en cada una se tengan argumentos más fuertes – suponiendo que el debatiente guste de estudiar y fortalecer su conocimiento – en cada una se pierde también tiempo valioso con personas que, a veces, no valen la pena.

Asi como cada debate es una oportunidad para filosofar y recordar las raíces del conocimiento, también vale la pena determinar con quien se enfrenta uno, pues en ocasiones solo es tiempo perdido, y emocionalmente – si se es frágil – puede resultar devastador.

No elegir bien al oponente es un error grave que se comete a menudo. Se desperdicia tiempo y esfuerzo en debatir con alguien que no aporta, no aprende y solamente vuelca la ira sobre la mesa. Aún, a pesar de que uno pueda resultar humillado publicamente gracias al uso de las falacias apropiadas, es mejor retirarse como un tonto que discutir como uno.

Uno podría pensar que ela finalidad de una discusión debe ser convencer al oponente o a la audiencia, sin embargo la finalidad real por la que uno debe hacerlo es simplemente para ampliar su acervo y conocimiento de los temas. Aún así hay ocasiones en que se conoce una perspectiva lo suficiente como para no tener que perder tiempo debatiendo, a menos que el interlocutor esté obteniendo algo positivo de dicho evento.

Si solamente uno obtiene algo positivo de una experiencia así, entonces no vale la pena continuar el proceso, pues para que este pueda aportar algo a nuestra existencia, debe ser justo y en igualdad de condiciones, ergo el comentario anterior sobre no discutir con nadie que no esté a la altura, no en un sentido ególatra, pero no podría comer de alguien que carece de comida.

También es verdad, que en ocasiones algún debatiente se sale de sus casillas y comienza una serie de ataques y burlas totalmente innecesarias que poco aportan a la discusión. Esto se debe confrontar de manera pacífica y jamás perder los cabales, pues explotar frente a un grupo de personas puede reducir el impacto del mensaje que tratamos de transmitir.

Si uno es el que presenta los mejores argumentos, y la otra persona se muestra interesada y humilde ante el conocimiento presentado, vale la pena invitarlo a acercarse a conocer más y ofrecerle fuentes fiables y accesibles para adquirirlo. Si la otra persona es solamente arrogante o déspota, vale la pena mostrar humildad, y simplemente retirarse.

Muchas personas complican las discusiones saliéndose por completo del tema solo para atacar y burlarse de la persona, y nuevamente aplica, más vale retirarse con dignidad que revolcarse en el lodo con los cerdos.

Para realmente aprovechar al máximo un debate, se debe emplear una metodología como la dialéctica. Hegel ofrece un mecanismo complejo y profundo que puede utilizar un grupo dispuesto a crecer, o bien, puede emplearse el más sencillo sistema Platónico.

En este sistema existen dos ideas que se contraponen: la tesis y la antítesis. Ambas representan polos opuestos y se contradicen. El objetivo de la dialéctica consiste en entender ambos aspectos con profundidad para poder generar un nuevo concepto, llamado síntesis, que incluye lo mejor de ambos argumentos.

Para lograr esta complicada tarea, es necesario el más profundo análisis interno, o bien con un grupo de personas que ofrezcan puntos de vista diferentes, pero que estén dispuesto a debatir de manera cordial y pacífica, con la idea de sintetizar como expresión máxima del debate productivo.

Debemos recordar que la dialéctica no es un método estadístico en el cual gana la mayoría, sinó una herramienta de la razón. Si los debatientes proponen un concepto que resuene en todos, habrá logrado una victoria para la inteligencia y el raciocinio.

Para que la dialéctica sea realmente provechosa, se debe emplear una y otra vez con la misma síntesis, es decir, se contraponen tesis y antítesis, se genera una nueva síntesis, la cual se convierte en una nueva tesis que DEBE ser cuestionada a través de una nueva antítesis. Este proceso puede repetirse una y otra vez hasta alcanzar el estado de perfección de una idea, convirtiéndolo entonces en un concepto.

La dialéctica nos puede ayudar de sobremanera a construir mejores versiones de nuestros argumentos, y ampliar nuestro conocimiento, pues aunque a nosotros nos parezca nuevo, es muy probable que algo nuevo para nosotros exista desde hace siglos, y es ahí donde podremos comprobar que realmente estamos empleando correctamente esta herramienta, cuando coincidimos con posturas que grandes maestros ofrecieron con anterioridad.

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