El cosmos es un sistema compuesto por sistemas menores que, al interactuar entre sí, generan una serie de resultados que son procesados a su vez por otros tantos sistemas. El resultado de este sistema es la existencia como tal, la cual puede ser representada de manera matemática a través del número 0, representando el equilibrio absoluto de lo que existe dentro del mismo (-1+1=0).
Todo sistema tiene
tres elementos, una entrada, un proceso y una salida. La calidad del
resultado obtenido por un proceso depende en la calidad misma de cada
uno de sus elementos, además de la calidad del material con el cual
alimentemos dicho sistema.
Haciendo una analogía,
pensemos en una máquina moderna para hacer pan, un sistema que
recibe como entrada ingredientes (electricidad, harina, mantequilla,
huevos, hierbas), ejecuta una serie de procesos (revolver, hornear,
reposar) y ofrece como resultado un sabroso pan. Si se utiliza una
mantequilla barata, harina corriente y cualquier hierbajo seco, se
obtendrá un mal pan, al contrario de lo que se obtiene con buenos
ingredientes y bien medidos.
Desde una planta, el más complejo de los humanos, un ordenador o una doctrina de negocios, todos los sistemas están sujetos a las mismas reglas desde una perspectiva sistemática, y en realidad lo que cambia es el contexto, como por ejemplo, un sistema de átomos contra un sistema planetario. Todo científico sabrá que es imposible comparar estos sistemas en aspectos de la física o demás, pero todo sistema mantiene los mismos tres elementos: entrada, proceso y salida.
Bajo este enfoque, es fácil implementar la máxima “como es arriba es abajo, como es abajo es arriba” del maestro Hermes Trismegisto, pues a diferencia de otras filosofías, en esta se plantea al cosmos en su totalidad como un conjunto jerárquico de sistemas unitarios a cargo de sí mismos y con funciones específicas por resolver.
Desde una planta, el más complejo de los humanos, un ordenador o una doctrina de negocios, todos los sistemas están sujetos a las mismas reglas desde una perspectiva sistemática, y en realidad lo que cambia es el contexto, como por ejemplo, un sistema de átomos contra un sistema planetario. Todo científico sabrá que es imposible comparar estos sistemas en aspectos de la física o demás, pero todo sistema mantiene los mismos tres elementos: entrada, proceso y salida.
En si, podemos decir que el gran sistema es el contenedor de la serie de sistemas que hoy por hoy conocemos como “realidad”. Los científicos promoverán el concepto de un sistema cosmológico creado por objetos siderales comprobables; los religiosos se sentirán satisfechos con la idea de un gran creador que todo lo ve, los gnósticos harán una relación inmediata con Abraxas, mientras que los matemáticos apreciarán en él la más pura aplicación de la ecuación de Euler, un mundo fractal.
Dentro de estos sistemas existen miles de sistemas más, que van replicando el comportamiento sistemático sin falla alguna. Todos estos sistemas conforman lo que sería una realidad subjetiva. Este tipo de realidad tiene que ver con la percepción, el análisis, el criterio y la comprensión de aquel que la vive. En este caso, la experiencia vivencial humana es predominante para la interpretación mental de lo que se vive, es decir, el aspecto sensorial del ser humano.
Al nacer un humano, lo primero que se enseña es a utilizar los sentidos, pues la supervivencia del ser depende de su capacidad para adaptarse al entorno material que le rodea, sin embargo a partir de ese momento, la sociedad urbana actual hace un esfuerzo por sobreestimular de manera inconsciente los sentidos. Esto abruma a la mente, pues son tantos los estímulos que se reciben por dichos canales, que poco espacio se deja para lo verdaderamente importante: una interpretación OBJETIVA de la realidad.
De hecho, para una persona que verdaderamente comprenda de sistemas, no hace falta interpretación alguna del cosmos, pues no es necesario para poder vivir dentro de uno, sin embargo, para una persona con impulsos de transformación, es necesario entender el funcionamiento de cada uno de ellos. Mientras más se comprenda sobre cada aspecto y capa del universo, mayor será la capacidad para construir sistemas propositivos que influencíen un cambio en el gran sistema.
Algunas analogías, un abogado puede ejercer influencia a través de su conocimiento de leyes, un genetista puede desarrollar toda una nueva especie con su conocimiento del DNA, y un programador puede construir un nuevo sistema operativo con su conocimiento sobre informática. Una persona que conoce de los diferentes aspectos del cosmos, podrá ejercer una gran influencia en como se determine el futuro del mismo.
Pero, ¿porqué es importante influir en el cosmos? Primero que nada, no es un aspecto necesariamente importante para cualquiera. Algunos quieren trascender, otros simplemente quieren vivir. Basados en la teoría de arquetipos de Briggs-Myers/Jung, podríamos dividir en cuatro grupos principales: los buscadores de sensaciones, los buscadores de seguridad, los racionalistas y los idealistas, siendo estos dos últimos los más escasos.
Los buscadores de sensaciones basan su existencia en llevar sus sentidos y/o emociones al máximo. El dominio de su realidad se encuentra en la explotación máxima de los estímulos del mundo material, y en efecto, de manera neurológica alcanzan a segregar endorfinas, alterando así su percepción.
Sin embargo, la percepción no es el máximo punto por alcanzar para la exploración de la mente, pues hay muchos espacios que van más allá de los sentidos y la capacidad endocrinóloga del ser humano que aún son explorados por científicos, psiconautas, doctrinistas espirituales y demás. Personajes como Platón, Descartes y Kant han hablado desde sus trincheras al respecto de un mundo atrás de este mundo. De hecho los gnósticos basan sus creencias totalmente en este concepto.
Más allá de creencias, la experiencia humana espiritual aún está siendo investigada sin éxito por la ciencia, pues se trata de una experiencia que se acerca más a lo objetivo que a lo subjetivo, tomando como base las experiencias narradas en tantos escritos sobre la sensación de “volverse uno con el cosmos”, aspecto base para la religión Budista.
La experiencia espiritual se ha relacionado ampliamente con la necesidad de creer en dioses creadores, guerreros celestiales e incluso extraterrestres, pues la mayoría de los individuos que profesan este tipo de creencias se basan en mitos y leyendas para darle explicación a la existencia humana, pero no van más allá en su búsqueda.
La ciencia tambien se encuentra con pared al estudiar estos fenómenos por su incapacidad para estudiar la mente como tal, y al estar basada totalmente en el empirismo material, no dejan pauta para el racionalismo, aspecto fundamental para poder realizar una comprensión profunda sobre cualquier tema.
La única solución posible es ver al gran sistema como una gran ecuación matemática, en la cual el equilibrio perfecto y armonioso se encuentra en la suma de sus partes, ergo podríamos definirlo como 0, pues la suma de sus dos aspectos (1 y 1 negativo) equivalen a 0, el número de la existencia. Además de “cero”, podemos encontrar en el número imaginario “infinito” la respuesta a todo lo que abarca la existencia del ser humano, pues este número, al ser infinito, puede ser utilizado tanto en escala negativa como positiva.
Mientras que los científicos materialistas realizan su búsqueda en un plano mayor a 0, los religiosos la hacen exclusivamente en dicho número, así que solo una persona con la capacidad matemática y verdadermanete espiritual podrá comprender que un sujeto íntegro se desenvuelve en una existencia que abarca desde los números negativos hasta los positivos, pasando obviamente por el cero.
El equilibrio de un ser humano implica regresar a su base mental-espiritual, y su potencial se desarrollo conforme amplía su influencia en una escala numérica que va desde el infinito negativo hasta el infinito positivo, pero siempre circundando alrededor del cero. Esto, sin ningún otro factor numérico variable, genera una frecuencia de tipo sinusoidal sobre la cual el sujeto orbita, y mientras más amplía su frecuencia, más planos será capaz de alcanzar.
La capacidad de un sujeto para apreciar la experiencia subjetiva de manera objetiva le permite obtener distinta visión de aquellos sujetos que no la tienen. No es lo mismo ver un laberinto desde adentro como presa, que ver el laberinto desde arriba. La percepción no queda solamente sujeta a la limitada información que ofrecen los sentidos.
Un sujeto que es capaz de entender los diferentes planos de existencia trandrá la posibilidad de influenciar de mejor manera a su entorno, suponiendo que quisiera hacerlo. Así mismo, una persona que domina los sistemas será capaz de comprender el cosmos como tal, como un gran sistema matemático compuesto de una cantidad enorme de sistemas cuyo resultado afecta el resultado total de esta gran ecuación.
Por eso mismo es importante maximizar el potencial de la humanidad, para permitirle al cosmos evolucionar de manera inteligente y racional, en lugar de propiciar a un deterioro cósmico que afectaría a todos sus componentes. Las personas que tienen el potencial y el llamado de generar un cambio, deben hacerlo, pues son el 1 y el -1 de la gran ecuación cósmica y entre todos generamos el equilibrio total, necesario para la existencia: el cero.