La memética ha jugado un papel importante en este proceso de reeducación social. Se toma un concepto, se simplifica, minimiza o exagera el mismo, muchas veces utilizando falacias obvias, y se lanza a la red de conocimiento compartido. Cuando una persona superficial lo encuentra, se lo apropia como si lo hubiese escrito él mismo, e incluso lo pregona como si fuera un pensamiento que alcanza a comprender.
Estas
meta-creencias moldean en la persona una ilusión de conocimiento
profundo con la cual se siente listo para debatir e incluso
consolidar un juego de acciones materiales, generando un estilo de
vida basado en pequeñas unidades de conocimiento, las cuales
probablemente puedan ser interpretadas de manera diferente bajo el
contexto adecuado. El actor
apuesta su vida por ello, y por ende se vuelve un acérrimo defensor
de las mismas, capaz de ofender e injuriar a alguna persona que no
piense lo mismo.
La verdadera tragedia de la memética es
que no transmite profundidad en ningún tipo de conocimiento; se
crean expertos en todo, pero nada a la vez, y nos da solamente un
pretexto para tener una buena charla con otras personas con
diferentes meta-creencias y compartir la ignorancia de los hechos.
No podemos seguir siendo tan superficiales como para dejarle la memoria del conocimiento a unas máquinas; el cerebro humano podría comenzar una etapa de subdesarrollo que debilite las redes neuronales encargadas, por ejemplo, de la memoria, de los cálculos matemáticos, del sentido de ubicuidad, por mencionar algunos. Además de los riesgos inherentes al exceso de confianza en la tecnología, debemos considerar que nos vulnera como individuos y por ende como sociedad.
El resultado de todo esto a final de cuentas es la ignorancia. Confiar su vida a un juego de meta-creencias que pueden o no ser comprobadas, que se vuelven el centro del pensamiento de cada individuo, y que en una falsa ilusión de conocimiento se adquiere el tono arrogante de un verdadero erudito. Si bien la verdad es subjetiva, la realidad es objetiva, y se puede descifrar un juego de reglas que dan forma a los hechos.
Afortunadamente la ignorancia es un mal que se combate con el estudio. Si además de experimentar nuestra subjetividad reforzamos con un acervo cultural, la vida se vuelve sencilla y podemos entonces aspirar a un elevado estado de conciencia que nos permita no solo comprender las reglas que conforman nuestro universo, sinó tambien manipularlas de cuando en cuando para poner las cosas a nuestro favor.
No dejemos que un grupo de máquinas nos despoje de años de estudio
que millones de personas han desarrollado, arrebatándonos el libre
derecho que tenemos de saber, conocer y entender lo que ocurre a
nuestro alrededor e incluso dentro de nosotros mismos. Hagamos un
esfuerzo como sociedad por romper la capa de la forma y profundizar
en el fondo de las cosas.
Con tanto conocimiento y
tecnología alrededor, podríamos vivir una era de neorenacentismo.
Lo único que necesitamos es comprender el mundo a través de la
experiencia subjetiva, además del conocimiento acumulado disponible
y nuestra propia racionalidad.